Caso práctico

Gonzalo Somarriba

Las personas que llenaban el aula estaban expectantes. Diez de ellas acababan de superar la prueba de aptitud para optar a uno de los puestos de trabajo que se ofrecían en Rinker, una empresa de materiales de construcción que fabricaba desde bloques de hormigón hasta cemento y que tenía 21.000 empleados en sus cuatro principales mercados: China, Australia, Estados Unidos y Pakistán.

Estos candidatos aspiraban a puestos de entrada, sin cualifi-cación o con baja cualificación, con salarios mínimos. Tenían una escasa formación, y muchos de ellos nunca habían visto un ordenador, pero ahora se enfrentaban a la dura realidad del nuevo mundo empresarial. «Somos una organización que piensa. Queremos que ustedes piensen, que sean capaces de hacer preguntas, que no tengan miedo de la tecnología que se les va a enseñar a utilizar, en especial de los ordenadores, que ahora son el motor de nuestra organización», decía un tranquilizador Gonzalo Somarriba, director de Recursos Humanos de Rinker en Miami, mientras entregaba los formularios de solicitud.

Dirigiéndose a Richard Israel, le dijo: «Richard, nos enfrentamos a un incesante y cruel ataque de nueva tecnología. Vamos a gastar más de 800 millones de dólares en mejoras tecnológicas en nuestras instalaciones y aparatos de Miami en los doce próximos meses. Tenemos que contratar a personas que puedan pensar por sí mismas y que aprendan a utilizar ordenadores».