Capital intelectual

El silencio que envolvió la pequeña y repleta sala de conferencias del Departamento de Trabajo de Hialeah, Miami, puso de manifiesto la profunda repercusión de sus palabras. Eran unos puestos de trabajo con salario muy bajo en el Condado de Dade, en donde se presentaban 80 solicitudes para cada anuncio de trabajo. ¡Y los puestos de trabajo de Rinker exigían un dominio fluido del inglés y el castellano, y que se tuviesen conocimientos de informática a nivel de usuario!

«Somos una empresa excelente para nuestros trabajadores. Esperamos que se esfuercen mucho y que sean leales, y a cambio, pueden ustedes esperar lo mismo». Pasando por alto el bajo salario, Gonzalo se concentró en las ventajas. «Tenemos un excelente programa médico. Ascendemos desde dentro de la empresa y les animamos a estudiar con amplios programas de reembolso de gastos de estudio».

Richard quedó impresionado por la insistencia de Gonzalo en la necesidad de saber utilizar ordenadores. La maquinaria y los camiones de Rinker estaban todos informatizados, de modo que hasta los conductores de camiones tenían que mejorar su capacidad y debían incrementar su capital intelectual.